domingo, 27 de diciembre de 2009

Leyenda medieval del amor adultero de don Pedro



Don Pedro Ruiz de Azagra fue protagonista de bellas historias de amor. Como la que compartió con doña Alba, esposa del rey Lobo, Muhammad ben Mardanis, uno de los personajes más influyentes de la política de su tiempo.
 
Cuentan que, en cierta ocasión, el moro se encontraba descansando en la ciudad de Albarracín. Mientras sus capitanes preparaban una expedición a tierras levantinas. Llegó el día de la partida, algo que perturbó al caudillo, de quien se adueñó una amarga tristeza. La causa no era otra que tener que abandonar Albarracín, donde se encontraba su esposa, doña Alba, distinguida mujer a la que tanto amaba.

Entre sus vasallos contaba el rey Lobo con don Pedro Ruiz de Azagra, un caballero leal a quien el moro encomendó el gobierno de sus tierras de Albarracín, así como la guarda de su esposa, a la que el rey no quiso exponer a peligros y privaciones que le aguardaban, en la dura campaña que se avecinaba, tanto para él como para sus hombres. Transcurría el tiempo y se prolongaba la ausencia del esposo. Y eso hizo que el amor prendiera en el corazón de doña Alba, un amor hacia don Pedro, el caballero leal y honesto, vasallo de su esposo, que también se había enamorado perdidamente de la esposa de su señor. A toda costa, don Pedro intentó evitar la locura. Trató de quitar de su cabeza a doña Alba. Para lo que practicó la caza e inspeccionó las tierras del señorío. Pero todo en vano: el amor seguía creciendo en ambos corazones, amor secreto que nunca ensuciara la memoria del marido ausente. Ausente, hasta que un día regresó victorioso, pensando encontrarse con su esposa y llevarla consigo a las tierras levantinas que acababa de conquistar y de las que era rey.

Sin embargo, nada salió como Lobo esperaba. Doña Alba, ante la angustiosa perspectiva de tener que alejarse de don Pedro y no volver a verlo, murió de pena, eso sí, sin llegar a revelar el amor secreto que sentía por el caballero cristiano. Mucho tiempo le costará al rey moro reponerse de la pérdida de su esposa, a la que tanto amaba, pero una vez superada su tristeza, partió de nuevo a Levante, dejando a su fiel amigo don Pedro Ruiz de Azagra como señor perpetuo de Albarracín, para que gobernase el lugar en su nombre.

Texto: Francisco Lázaro Polo

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