viernes, 16 de mayo de 2008

La vida ha cambiado tanto...


Miguela Polo y Blas Martín (padres de Amalia)

Esta carta de Amalia Martín, dirigida a sus hijos es un testimonio típico de lo que fue la infancia para nuestros mayores en los años 1930 en Noguera y en toda la sierra.




“En Valencia a 23 de Noviembre de 2001.

Mis queridos hijos,

Os voy a contar lo que a lo largo de mi vida he vivido, ya que os la empiezo a contar a mis 73 años. Ya es mucha vida y tantas cosas que he tenido que vivir, unas muy felices y otras no tanto. Empezaré desde que yo me acuerdo. Veréis, yo nací en 1928. Mis padres eran los dos viudos. Mi padre, Blas, tenía una hija de su primer matrimonio que se llamaba Ascensión y mi madre, Miguela dos hijos, Victor y Juan. Mi hermana era ya mayor y ya vivía en Valencia.

Mi madre se vio obligada a casarse de segundas nupcias, porque en el pueblo una mujer no podía hacer lo del campo, y se casó porque la hacía falta un hombre y a mi padre también le pasaba lo mismo. Bueno ella siempre decía que no se casó por amor, sino porque no podía ella sola criar a sus hijos y no había otra cosa que el campo. Siempre lo dijo, con su primer marido se casó por amor, por ser su juventud, pero con el tiempo llegó a querer mucho a mi padre, por bueno y trabajador. A los ocho años de casados nací yo cuando mi madre era mayor. Pues no les venía bien y mi madre renegaba mucho porque no quería tener más hijos. Mi hermano mayor Victor, que tenía 17 años, les dio mucho ánimo, le decía a mi madre que el era ya mayor para ayudar al padre y que no renegara, que sería una niña y luego les vendría bien a todos, así nací.

Yo fui una niña muy querida por todos y para mis padres la alegría de tener una hija. Mi hermano mayor siempre que venía del campo solo quería estar conmigo. Yo fui un juguete para mi hermano mayor que siempre estaba conmigo. Aún no se me ha borrado su imagen y risa jugando conmigo. Pero duro poco su alegría, ya que cuando yo tenía una año y medio él estaba trabajando en las minas de Ojosnegros y murió de una pulmonía, ya que en aquel entonces no había medicamentos para curarla. Aquel golpe para mi madre fue el más grande de su vida. Bueno así me crié, con todo el cariño que mi familia me dio.

A las cuatro años, empecé la escuela, no porque me tocara ir a la escuela, sino porque lloraba mucho, que quería ir. Por eso la maestra me cogió sin tener el tiempo, pues antes teníais que tener 6 años, aprendí mucho todo lo que hoy sé, pues mi madre en aquel entonces, como no había dinero le pagaba a la maestra con huevos y patatas, hasta los seis años, luego yo entre como todas sin pagar, pero aprendí mucho en ese tiempo.

En el 36 vino la Guerra Civil Española. Yo tenía 8 años.... bueno los primeros que entraron fueron los rojos, o sea los de izquierdas. Estuvieron 9 meses, hicieron muchos males y mataron a 11 personas. Nadie de los que mataron tenían ninguna culpa, pero era la guerra, matar por matar y hacer males. Quemaron todos los santos de la Iglesia, nada más por destruir. A los 9 meses entraron los nacionales. Los rojos nos evacuaron a todo el pueblo y los que tuvieron suerte volvieron a los 4 días, y los que no, nos mandaron para Valencia, desde Noguera andando. No sé el tiempo que tardamos en llegar a Valencia pero fue mucho, más de un mes. Fuimos parando por parideras, pajares y pueblos donde nos querían acoger para descansar y dormir.

Salimos del pueblo con lo puesto, todo se quedó en el pueblo. Creíamos que íbamos a volver enseguida y tardamos dos años, así que imaginaros los trabajos que pasamos y cuando la guerra terminó y ya pudimos volver, no teníamos ni sillas en la casa, todo se lo habían llevado. Y para colmo de los males el dinero ´republicano que habían ganado nuestros padres trabajando en Valencia, ya no valía nada..."

Amalia Martín Polo

Hoy las cosas son muy diferentes gracias a ellos y a sus padres que con su sacrificio remontaron dificultades y nos legaron un mundo mejor. La generación de la posguerra lo sabe muy bien. La mayoría vivimos con nuestros abuelos durante la infancia y nos hablaban de su infancia, sus dificultades, la guerra, el hambre y tambien de sus fiestas y sus sueños de juventud. Quizás nuestra generación sea la última que cuida de sus mayores en casa, integrándolos como parte de la familia y aprendiendo de su sabiduría. Para nuestros nietos, todo esto será un capítulo más de la historia que se estudia en el colegio.

La vida ha cambiado tanto en tan poco tiempo. Casi siempre para mejor. Aunque, es una pena que se hayan diluido muchos valores como el de la Familia. Es solo una opinión.

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