sábado, 16 de julio de 2011

De mito o realidad: El tío Gordo de Noguera




Como suele ocurrir con la mayoría de cuentos y leyendas existen muchas versiones de las mismas historias que el tiempo y la transmisión popular van dando diferentes formas y fabulaciones.  En el caso que nos ocupa, la popularmente referida como la del tío godo de Noguera, es una historia real que ocurrió a principios del siglo XX que posteriormente cobra tintes de leyenda más o menos distante de la realidad. Veamos a continuación varias versiones recogidas de distintos autores y relatos.


Versión de Francisco Lazaro Polo

Aquel de quien cuentan que rondaba por entre los pinares de Bronchales; un individuo corpulento y de mala catadura; un sujeto despiadado que vivía del pillaje llevado a cabo sobre todos aquellos que osaban adentrarse en el bosque. Pero el tío Gordo no siempre había sido así. Antes de convertirse en una bestia, era un pacífico y afable labriego que vivía felizmente en Noguera con su esposa. Hasta que esta situación cambió de repente; sin que nadie llegase a conocer la causa. Posiblemente fuese una discusión, el caso es que de pronto el que había sido un modelo de virtudes hundió un cuchillo en el pecho de su mujer. Espantado por el crimen, huyó despavorido, buscando refugio en el bosque. Allí se convirtió en una alimaña sin sentimientos. 
En los montes de Bronchales, además del Tío Gordo, habitaba un ermitaño, un ser bondadoso que alternaba el cuidado de un pequeño rebaño de cabras con la oración. Nadie sabe a ciencia cierta cómo coincidieron estos dos personajes de caracteres tan opuestos, cómo entraron en contacto. Lo cierto es que, en una ocasión, un vecino del pueblo descubrió a los dos departiendo, en conversación amigable y sosegada. Entre la frondosidad del bosque, un milagro acababa de operarse, puesto que, desde aquel mismo día, el Tío Gordo cambió de vida. Ya nunca más hizo mal a nadie, ni ocasionó desgracia alguna. Pero a pesar del cambio, el Tío Gordo siguió viviendo en medio de la soledad, oculto en la maleza, apartado de los hombres. Cuentan que, tras el encuentro con el ermitaño, se dedicó a construir una larga cadena de madera y una cruz. Una noche fría de invierno, sobre la nieve de la serranía, unos leñadores encontraron huellas de pisadas de hombre, huellas que descendían hasta la localidad cercana de Noguera. Las pisadas atravesaban el pueblo y se adentraban en el cementerio. A la mañana siguiente, los vecinos contemplaron cómo una gran cruz, unida a unos gruesos eslabones de madera, rodeaba la sepultura de la mujer del Tío Gordo. Sobre la cruz estaba grabada una palabra: ARREPENTIMIENTO. Desde entonces, nadie supo más de este extraño personaje. Solo una fuente, la del tío Mantecas, en Orihuela, recuerda en la sierra a este personaje proverbial.


Versión de Diputación de Teruel (publicada en su Web)

Relatos que no se sabe deteminar qué tienen de realidad y qué es lo que poseen de mito.
Se dice que años atrás vivió en el pueblo un hombre al que le llamaban 'el gordo'. Este personaje se casó con una mujer del pueblo, pero debido a sus celos, se separaron.

Un día, el Gordo esperó a la que había sido su pareja, que se dirigía a darle de comer a su padre a una zona de monte conocida como La Huerta. La mató en el Cerro de la Virgen del Carmen: a ella y a los gemelos de los que estaba embarazada.
El asesino se escapó por los montes de la zona, y detrás de él, fueron miembros de la Guardia Civil. Perdido por los verdes de la sierra, el Gordo hizo una cadena de madera con una cruz que apareció en la tumba de su mujer como símbolo de arrepentiemiento. 
Una noche, el protgonista de este relato entró por la fuerza en el Ayuntamiento de la localidad, para obtener unos visados que le permitiesen marcharse al vecino país de Francia. 
Como buen cazador que era, el Gordo, conseguía escapar de la guardia civil a base de 'trabucazos'; era este cuerpo del estado el que tenía el miedo en el cuerpo en esta historia, debido a la rudeza de este habitante de Noguera. 
Se dice que El Gordo murió en Barcelona de manos de un carnicero, cuando, una vez más, se mostró agresivo en el establecimiento del mismo. Antes de sacar el arma de fuego de que presumia nuestro protagonista, el carnicero, que adivinó sus movimientos asesinos, le lanzó el machete a modo de defensa. El cuchillo acabó con la vida de el Gordo de la manera más casual y lejos de su tierra. Al parecer, fue enterrado en esta provincia. "

Versión de César Tomás Laguia(1)

Por las espesuras de los pinares del puerto de Bronchales merodeaba en tiempos pasados un célebre bandolero a quien las gentes dieron en llamar el tío gordo, porque en realidad era hombre grueso y corpulento. 
Tenía este hombre una mirada feroz, y mostraba siempre una actitud hostil a todo ser humano que encontraba por los senderos que culebrean en las laderas de aquellas montañas pobladas de pinos, robles, estepas y enebros. 
El lugar no podía ser más propicio a sus fechorías. Apostado en los más recónditos vericuentos de los montes, al oír los pasos de los cabreros o pastores, de los leñadores o de los simples caminantes que se atrevían a atravesar la zona de sus dominios, se acercaba cautelosamente por entre la maleza, y de un salto, corno de tigre, se presentaba ante la víctima sorprendida. Brillaban sus ojos rojizos y saltones, blandía su afilado puñal, que mostraba amenazador, y exigía la entrega inmediata de las viandas y merienda de los pastores. Luego desaparecía gruñendo corno un jabalí entre la espesura del bosque, y... nadie supo averiguar jamás dónde se hallaba su guarida. 
El tío Gordo tenía una tenebrosa historia que le hacía más terrible. No hacía muchos años que era simplemente un pacífico labriego del vecino pueblo de Noguera, donde, como tantos otros, cultivaba unas pobres tierras y acarreaba leña de los bosques, que quemaba en el invierno junto al hogar en compañía de su mujer, que no le dio hijo alguno. 
Al parecer vivía feliz, pero un día... aquel hombre grueso y corpulento, al regresar del campo y en la hora en que los rebaños de cabras empiezan a descender por las escarpadas vertientes de las montañas próximas al pueblo, en los umbrales mismos de su pobre vivienda, sin pronunciar palabra alguna de ira o acusación, clavó su afilado puñal en el pecho de su esposa, que cayó muerta y bañada por su propia sangre. 
Algunos vecinos presenciaron el hecho a corta distancia, pero el tío Gordo, veloz como un gamo, huyó a los montes y desapareció en su umbrosa espesura. Los moradores de Noguera quedaron consternados. A los pocos instantes, las gentes todas rodeaban el cadáver de la infeliz mujer y pronunciaban frases de indignación y venganza. Pero otra cosa no se pudo hacer, sino enterrar el cadáver de la desgraciada en el camposanto del lugar, a las puertas de la iglesia. 
No tardó mucho tiempo en saberse que el tío Gordo merodeaba en los pinares de Bronchales, y que llevaba consigo el puñal todavía ensangrentado. 
Pero el tío Gordo no era el único morador solitario de los pinares. Es fama que junto a una fuentecilla, en el Navazo, por donde los pastores de Bronchales se asoman a contemplar desde soberbia atalaya los alegres valles de Tramacastilla, vivía un ermitaño, hombre misterioso, pero amable y pacífico, cuya vida se reducía a sus rezos y a apacentar un pequeño rebaño de cabras. Era ya muy viejo y tenía luenga barba. Y dícese que una tarde del estío alguien pudo ver juntos, sentados a la sombra de un pino corpulento, al tío Gordo y al ermitaño, que conversaban sosegadamente. 
Desde aquel día, el tío Gordo no volvió a hacer daño alguno a pastores, ni a leñadores, ni a caminantes. Pero seguía viviendo oculto entre los bosques, huyendo cuidadosamente de la vista de las gentes, afanado en construir, con la ayuda de su puñal, una larga cadena de madera con muchos eslabones y de una sola pieza continuada. Y además de la cadena construía una gran cruz, también de madera. 
Muchos meses costó aquel trabajo paciente. Terminó el verano y llegó el invierno, cubriendo con la inmaculada blancura de las nieves abundantes los inmensos pinares de la Serranía.
Una noche..., desde lo más profundo de los bosques se habían marcado sobre la nieve las huellas de unas pisadas varoniles que descendían hasta el pueblo de Noguera, oculto y recogido en la angostura de un desfiladero. Y las pisadas atravesaban el pueblo y llegaban al camposanto. 
Sobre la sepultura de la mujer asesinada pudieron ver los vecinos de Noguera, al día siguiente, una gran cruz y, bordeando el sepulcro, una cadena de gruesos eslabones de madera. Junto a la cruz aparecía grabada sobre la nieve esta palabra: penitencia. 
Desde entonces ya nadie tuvo jamás noticia del tío Gordo. Dícese que partió a lejanas tierras en viaje de penitencia; mas en el camino debió morir, llevando consigo el secreto del gran drama de su vida torturada.
____________

(1)  CESAR TOMAS LAGUIA, Revista Teruel,  n. 12, 1954

Versión recogida por Manuel Matas de familiares de la víctima.

Hace 100 años, en Noguera había muchos más habitantes que actualmente siendo la vida muy diferente. Se vivía de la agricultura y un poco de la ganadería. 
Entre los vecinos, había un matrimonio llamados José y Juana, que tenían dos hijos: Tomasa y Manuel Martínez García, éste último apodado más tarde "el Tío Gordo de Noguera".
Como muchos jóvenes, Manuel tenía novia, la cual casualmente se llamaba Tomasa como su hermana. Era ésta una chica muy desgraciada, pues a temprana edad se murió su madre. Como todas las chicas puso toda su ilusión en su novio y se casó con él. 
Pero pronto se dio cuenta que era muy celoso, hasta el punto de que cuando iba con su cántaro a la fuente El Ventanar, la estaba vigilando, v si hablaba con alguien, soba todo con hombres, cuando entraba en casa le pegaba. 
De esta manera, se le hizo la vida insoportable y decidió Tomasa irse a casa de su padre, después a casa de su prima hermana llamada "Tía Melguiza" por ser melliza, siendo su nombre Encarnación. Pero siendo "el Tío Gordo" cada vez mas celoso y violento, los amenazó de muerte si dejaban entrar a su mujer en sus casas. 
Como veía que no podía vivir con aquel hombre y no queriendo comprometer a su padre ni a su prima, se fue de su casa, estando varios días sin encontrarla. Todo el pueblo salió entonces a buscarla y al tercer día la hallaron en una cueva que desde entonces se conoce como "La Cueva de la Tomasa". 
Como se encontraba embarazada, la hizo volver a su casa prometiéndole su marido que no le pegaría. Siguió con sus celos y sus malos tratos y maldades, debiendo marcharse de nuevo a casa de su padre. 
A los pocos días, fue Tomasa a llevarle comida a su padre a la huerta y al volver, en las arenas junto a "La Dominguera", la mató de varias puñaladas.
Así pasó unos años por los montes de Noguera y la Piedra del Orcajo, vigilando siempre el pueblo, para que la Guardia Civil no pudiera nunca sorprenderlo. 
Una mañana, el enterrador se encontró con la sorpresa de que en la tumba de la mujer del "Tío Gordo", había una gran cruz y rodeando el sepulcro, un, cadena de gruesos eslabones de madera, una verdadera obra de arte, que mas tarde se llevaron a Albarracín. Sobre la cruz estaba grabada una palabra: "Arrepentimiento". 
A los pocos días de suceder esto, una noche rompió de un trabucazo la puerta del Ayuntamiento, y se arregló los papeles para irse a Francia. Nadie lo volvió a ver desde aquel día. 
Tiempo después, su supe que fue a Barcelona donde vivía su hermana. Un día. tras discutir con un carnicero, "el Tío Gordo" sacó su trabuco para matarlo, pero el carnicero se le adelantó tirándole la cuchilla y partiéndole la cabeza. 
Esto sucedía en el año 1906, exactamente el día 16 de abril, siendo enterrado en el cementerio del Sudoeste de Barcelona.

Esta historia, contada infinidad de veces por "La Tía Melguiza", en los muchos ratos de soledad y a falta de que comer, la relata tal como fue, su propio nieto Miguel Yuste Giménez, como constancia de la fidelidad de la misma.


No hay comentarios:

Publicar un comentario