martes, 5 de julio de 2011

Reseña del libro “Historia de Albarracín” de D. Tomás Collado Fernández

Guardas del libro Historia de Albarracín de Tomás Collado y Fernandez

El 25 de junio pasado, CECAL presentó en Albarracín un libro de Tomás Collado Fernández escrito en 1848 (enlace de la presentación) y en nuestro informe nos comprometimos a publicar una reseña de este interesante documento. Pues bien, nadie mejor que el  historiador de Albarracín, José Luis Castán Esteban,  uno de los impulsores desde CECAL de esta publicación,para escribir una reseña sobre el libro. Aquí está:


LA HISTORIA DE ALBARRACÍN DE DON TOMÁS COLLADO FERNÁNDEZ.
- José Luis Castán Esteban -

Tomás Collado Fernández es, sin lugar a dudas, el historiador más importante del siglo XIX de Albarracín. Acercarse a su obra, que se publica por primera vez más de ciento cincuenta años después de su muerte, es no sólo una tarea de justicia con uno de sus personajes más ilustres, sino que va a permitir a sus lectores descubrir una nueva dimensión del pasado de esta Sierra, protagonista, tantas veces, de la Historia de España.

Tomás Collado fue canónigo de la catedral de Albarracín en la primera mitad del siglo diecinueve. Pero anteriormente fue militar y recorrió España defendiendo a su país durante la Guerra de la Independencia. Una vez acabada la contienda consiguió establecerse en su tierra natal, y fruto de su curiosidad, pero también de su formación, pudo acumular durante años datos, documentos y lecturas con los que acabó dando forma a una obra de ambiciones colosales, escribir una historia de Albarracín desde los orígenes hasta el presente. La primera, y hasta el momento la única, historia de la ciudad de Albarracín y su Comunidad.

La posibilidad de acceder al riquísimo archivo de la catedral, el gusto por la lectura, y posiblemente el deseo de dejar constancia de sus propias experiencias durante la Guerra de la Independencia, llevaron al canónigo Collado a la confección de la Historia de Albarracín. El trabajo, iniciado con las citas de los autores más clásicos de la historia de España, se completa con muchas observaciones personales, y sobre todo con la consulta de centenares de documentos. La redacción fue precisa y clara, apasionada a veces, y siempre imbuida de lo que llamaba “un fuerte amor a mi patria, Albarracín“. Su planteamiento, a pesar de los errores que cometió, sigue siendo actual, ya que en muchos casos consultó todas las fuentes disponibles, algunas de las cuales hoy se han perdido. Como autor decimonónico es, fundamentalmente, un glosador de personajes y acontecimientos. Busca al héroe, y lo encuentra en el valor con que los celtíberos resistieron la invasión romana, en Pedro Ruiz de Azagra consagrando el señorío de Santa María de Albarracín a la Virgen, o en el Cid camino de Valencia; en el conde de Cifuentes tratando de hacer que la ciudad se pasase al bando del archiduque Carlos en la Guerra de la Sucesión, pero sobre todo en Pedro Villacampa, el general español que luchó contra Napoleón en estas sierras durante la Guerra de a Independencia. La descripción de los hechos de armas, especialmente en los conflictos del siglo XIX, es intensa, vivida en primera persona, y por ello no exenta de polémica. Y es que la historia en aquel siglo estaba a caballo entre la ciencia y la política. Por un lado se buscaban los hechos, demostrables con documentos, pero la historia era también el pilar sobre el que se asentaba y se construía la nación. El origen legendario es ahora sustituido por la crítica histórica. Collado intenta consolidar la grandeza de su patria sobre los hombros de los hombres ilustres que han nacido en ella. Se siente orgulloso de su historia y de su pasado, y escribe para que éste no quede en el olvido.

Recreación histórica del Sitio de Zaragoza donde combatió D. Tomás Collado

El patriotismo.

Su finalidad la indica en sus primeras páginas. “Empero como el amor a la patria, ese bello instinto grabado por dios en el corazón de todos los mortales, crezca y se aumente en proporción a la escasez, penuria e incomodidades a que condena a sus habitantes, de ahí se origina sin duda la propensión que todos lo albarricenses sienten a constituirse apasionados apologistas del país natal. Obrando yo en calidad de tal, he querido en esta ocasión apoyar mis aseveraciones en algunos fundamentos, y observando al efecto detenidamente los objetos que me circundan, he advertido, no sin complacencia, que son dignos de detenido examen y respetuosa admiración.”

El resultado es lo que podríamos llamar, una historia patriótica. Erudita, documentada, y rigurosa, donde se aportan por primera vez materiales que desgraciadamente hoy se han perdido y que solo gracias al celo de Collado conocemos. Documentos analizados por una persona que no tenía ninguna formación como historiador, pero sí una basta cultura, muchas lecturas, una gran inteligencia y curiosidad. Todo esto, unido al tesón que hace falta para abordar una obra de estas características, hacen en conjunto una obra muy importante.

Pero sobre todo a Collado le mueve a escribir su deseo de que no se pierda en el olvido los hechos y las personas que han hecho Albarracín. En 1845, cuando según su mismo testimonio comienza a escribir la obra, la ciudad estaba en total decadencia. Su industria textil se había arruinado, durante treinta años la sierra había sido el escenario de enfrentamientos entre ejércitos de bandos enfrentados; se había destruido el convento de los dominicos, la muralla estaba en ruinas, al igual que la ermita de San Juan. La abolición del diezmo había dejado sin recursos a las parroquias y a la catedral, que no tenía medios para sostener a los canónigos y a los beneficiados. A todo esto se unía la incomprensión y la falta de respeto por el arte y la historia, que dejaba que se perdiera el arco musulmán que abría el llamado portal de Teruel, y que fue destruido en su presencia con la única finalidad de dar amplitud a la calle que subía a la plaza.

Para responder a este abandono generalizado y generar un sentimiento de orgullo por su pasado. La Edad media corresponde a lo que llama la época de esplendor, pujanza y lozanía de la ciudad, tanto con los príncipes Ben Racín, como con los señores de Azagra, y tras su incorporación a la corona “se muestran sus naturales cual hijos dignos de la nación a que pertenecen, siendo dechados en todo tiempo de lealtad, honradez y patriotismo. Ocupados dignamente en toda clase de estudios, sobresalen en sus producciones literarias, al par que dedicados a la guerra muestran en ellas de consumados capitanes y valientes, sufridos y subordinados soldados”.

Este planteamiento, que busca principalmente ensalzar al personaje, hace que en ocasiones confía plenamente en los documentos que tiene a su alcance, sin someterlos a ningún tipo de crítica. Hoy sabemos que muchos procesos de infanzonía que usa Collado, o los procesos judiciales, están llenos de inexactitudes y exageraciones. Pero a pesar de ellos son reflejo de una época en la que el orgullo del linaje estaba por encima de otras consideraciones.

D. Tomás Collado fue canónigo (asesor jurídico del obispo) y más tarde dean de la catedral (presidente de los canánigos)


Los manuscritos de la Historia de Albarracín. 

Existen dos manuscritos de Collado con versiones diferentes de la Historia de Albarracín. El primero, de letra de mediados del siglo XIX, se titula Armonía entre la Historia General de la Nación y la particular de Albarracín. Comprovada por una Serie no interrumpida de sucesos desde los Tiempos mas remotos hasta nuestros días, por D. Tomas Collado y Fernández, natural de la misma Ciudad y Canónigo de su Santa Iglesia Catedral.

Cómo el mismo afirma en el folio 117, comenzó a escribir la obra el 23 de abril de 1845, día de San Jorge. "Yo, que me precio como tal [aragonés], quise dejarlo aquí consignado como prenda de gratitud, añadiendo que en el año de 1845 principié a escribir esta historia, el mismo día en que la Iglesia celebró su festividad".  La segunda versión de la historia de Collado se conoce por una copia de 1910 con la siguiente portada: Historia de la Ciudad de Santa María de Albarracín, escrita por D. Tomas Collado Fernández, año 1848. Es copia sacada del original manuscrito por B. L. Valero y Collado, farmacéutico, 1910.

Como ya apuntó César Tomás Laguía, que pudo cotejar ambos ejemplares, es este último manuscrito el más completo y valioso desde el punto de vista histórico, pudiendo considerarse a la primera como un borrador o primera versión de la obra. Desgraciadamente todo indica que está incompleta. Acaba bruscamente en 1848, sin ningún tipo de conclusión, trascribiendo una Real Orden referente a la reparación de las iglesias de Orihuela, Noguera y Monterde dañadas por un terremoto. Es posible que la muerte truncara su proyecto, que podría haber prolongado algunos años más. Aún así, y dando por cerrado en 1848 el relato, es el testimonio más interesante de los acontecimientos albarracinenses de la primera mitad del siglo XIX, que todavía no han encontrado a un historiador dispuesto a abordarlos. Un apéndice que promete en la introducción con la descripción geográfica, estadística, política y religiosa de la ciudad de Albarracín, quedó pendiente. Sólo disponemos del existente en la primera versión de la obra, que cierra con una oda latina compuesta por don Salvador Campillo, dedicada a don Jaime Monterde, y un epigrama latino con su traducción, dedicado por el mismo poeta a don José Navarro de Arzuriaga. Acaba la obra con un soneto titulado, de «El traductor al autor».

César Tomás señala que este manuscrito, copiado en 1910, pertenece a la familia Campos-Valero, que logró recuperarlo en la ciudad de Teruel tras su asedio y destrucción en la última guerra civil. Es seguramente, la única copia conservada, y es una suerte que haya llegado hasta nosotros. Ha sido el ejemplar que se ha usado para la edición gracias a la generosidad de su familia, aunque hemos preferido usar el título de la primera versión, más ilustrativo de la finalidad del autor.

Criterios de la edición del CECAL.

Para editar esta obra del siglo XIX hemos optado, en primer lugar, por respetar en la medida de lo posible el sentido texto original, aunque modernizando con criterios actuales la puntuación y ortografía. Las notas a pie de página se han mantenido, si bien ha sido necesario cambiar su numeración para ajustarla a la tipografía, ya que en su primera versión se numeraban individualmente en cada folio.

Se ha dividido la Historia en cuatro bloques, que se corresponden con los grandes periodos cronológicos: Historia Antigua, Historia Medieval, Historia Moderna, e Historia Contemporánea. Cada uno de ellos viene precedido de un estudio introductorio a cargo de los historiadores Octavio Collado Villaba (descendiente del autor), Juan Manuel Berges Sánchez, y José Luis Castán Esteban,  donde se analizan los distintos capítulos y se sitúan sus datos en el contexto de los avances del conocimiento histórico desde que se compuso la obra. Asimismo se recopila la abundante bibliografía usada para la composición de su Historia, y se aportan los trabajos que se han publicado desde entonces.

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