
Pinares de rodeno, los de Bezas, Sabinares, los de Monterde y Melojares, los de Noguera. Esos son los bosques singulares de nuestra Comarca.
Es bien conocida la riqueza diversidad florística de nuestra Sierra. En lo referente a árboles, dominan los pinos de varios tipos (carrasco, negral, albar, rodeno), encinas, quejigos, sabinas, tejos, avellanos, especies de ribera como el Chopo, el Alamo, etc. y por último, y no por ello menos importante, el melojo (Quercus Pyrenaica) también llamado Marojo en nuestra Sierra. Otras denominaciones muy comunes son rebollo y roble negro.
En cuanto al término de Noguera, las principales especies de árboles están descritas en nuestra Web en el enlace Flora de Noguera. Entre ellas las dos más abundantes aquí, son el Pino Silvestre y el Marojo. Noguera cuenta con los melojares más grandes de la Sierra. Los podemos encontrar en La Cuenca del arroyo de la Garganta, sobre suelos ácidos, localizados en las zonas de El Castillo, La Cera, La Pedriza, La Olmeda, Peñas Agudas, Fuente la Cera y Los Atizales, con sus mejores cubicaciones sobre pizarras, forma en muchas zonas masas mixtas con el pino albar y es sustituido por la estepa en las zonas más desfavorables. Esta formación tiene su límite actitudinal alrededor de los 1.600 m. Por otra parte ésta, también es la formación que se asienta predominantemente en los grandes borrocales cuarcíticos que abundan en nuestro término.
Históricamente los Marojares han experimentado una intensa reducción debido a usos como combustible para la producción de hierro, fabricación de carbón, vigas, carpitería (puertas y ventanas), leña casera, etc. pero al cesar estas actividades y usos, y dado que además tienen una gran facilidad para rebrotar, estos robledales se están recuperando.

En primavera dan una florecilla amarillenta en forma de amentos colgantes y en verano unas bellotas gruesas y rechonchas que son amargas pero valen para alimentar al ganado. También producen unas bolas denominadas cecidias o agallas que no son frutos sino tumores producidos como defensa del árbol hacia las larvas depositadas por avispas en sus tallos.

Aparte de su valor ecológico, el marojo aporta una singular belleza al paisaje de nuestros bosques, particularmente en Otoño (distintas tonalidades de ocres y amarillos que permanecen en el árbol hasta el rebrote de hojas nuevas) y en Primavera (colores rojizos carmesí al brotar para luego convertirse en verde intenso) en los que sus colores destacan los árboles siempreverdes dominantes en nuestros bosques. En verano, sus hojas presentan un color verde oscuro en una cara y gris ceniciento con pelillos en la otra.
Así lo describe Gonzalo Mateo, director de la Fundación Oroibérico en su reciente libro "Introducción a la Flora de la Sierra de Albarracín"
“Melojares: En los sustratos silíceos alterna o convive con la especie anterior su congénere el rebollo o roble melojo (Quercus pyrenaica), también endémico ibero-magrebí, aunque con su área principal en la mitad norte de la península Ibérica. Tiene unas hojas más anchas, no dentadas sino lobuladas, con lobulaciones profundas, cubiertas de una tomentosidad blanquecina por las dos caras, que le permite vivir en ambientes mediterráneos, aunque sea en una de sus variantes menos secas, con lluvias de cierta importancia a lo largo del año y sequía estival no excesiva. Su óptimo lo tiene en altitudes algo mayores (1300-1600 m), entrando en clara competencia por las partes altas con el pino albar. En su sotobosque abundan las especies arbustivas de talla mediana (espinos, rosales, zarzamoras) y las hierbas perennes características de los bosques húmedos europeos, como el helecho común (Pteridium aquilinum), arenarla (Arenaría montana), verónicas (Veronica officinalís, V chamaedrys), betónica (Stachys officinalis), vara de oro (Solidago virgaurea), etc.”(1)
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