
Si le preguntamos a un escolar de la ESO de ciudad como se llama el edificio que tiene herramientas como una fragua, un fuelle, un yunque y un martillo, posiblemente dirían Leroy Merlin. Más que nada, por lo del martillo.
En cambio si preguntamos a uno de nuestros niños de Noguera donde estaba la herrería lo sabrían muy bien porque allí jugaron todos muchas veces. Aunque tampoco es probable que recordasen más de una herramienta de las que se usaron allí. En cambio nuestros abuelitos, lo recuerdan perfectamente porque formó parte de sus vidas los últimos 50 años. Incluso hasta los últimos días, la herrería fue un lugar donde se sentaban en el banco de la entrada a conversar mirando a la carretera y sus pasajeros en días de sol y donde, más de una vez, se tuvieron que refugiar de un chaparrón.
La herrería fue el primer edificio que vi de Noguera y, como toda primera impresión, se me ha quedado marcada para siempre. A mi me gustaba mucho por razones que no se explicar quizás no fuese tanto el edificio como los abuelitos que me saludan desde allí, con la herreria como referencia. El fin de semana pasado cuando llegué a Noguera me encontré que había desaparecido entre la garras de un “bulldog”. Me invadió un sentimiento entre pena y nostalgia al ver que ya no estaban allí ni la herrería ni los abuelitos. Por eso quiero dejar hoy un recuerdo y una esperanza en este espacio virtual compartido.
Un poco de historia
Hace 50 años el Ayuntamiento decidió cambiar la herrería de Noguera de ubicación por una serie de razones que no vienen al caso. La que estaba donde hoy está la casa del médico se trasladó a un edificio nuevo junto a la carretera al otro lado del río.
Allí entre la fragua, el fuelle, el yunque y el martillo, Cándido, el primer y único herrero que la ocuparía, trabajó durante diez años. Arreglaba aperos de labranza como los barrones del los arados y sobre todo las herraduras de los machos. César recuerda con añoranza de infancia como todo el pueblo se llenaba con la esa musiquilla característica del tin, tin, tin. “Era bonito”, concedió en un arranque de nostalgia poco habitual en Cesar.
“En 1956 habría en el pueblo unos 200 pares de machos y, como los coches de hoy, había que cambiarle las ruedas”, comenta Cesar. Lo que más hacía Cándido eran herraduras. Por eso mismo, en 1967 cuando gran parte de los agricultores y madereros abandonaron sus profesiones para emigrar a trabajar a las ciudades y además los vehículos empezaron sustituirlos, Cándido tuvo que cerrar la herrería y emigrar a Valencia él también.
“Luego, cosas de la vida Manuel, Cándido se murió en el pueblo durante la celebración de las fiestas de San Miguel hacia principios de los 70, aún joven. Le gustaba tocar la bandurria y salía con la rondalla. Una noche tras la fiesta se sentó con unos amigos en la fuente de la carretera y cayó al agua fulminado por un ataque de corazón. Sus amigos, tardaron unos minutos en darse cuenta de lo que había pasado pues Cándido era una persona de buen humor y amigo de las bromas y todos pensaron que entre eso y dos copitas de más estaría haciendo una de las suyas”.
Cesar continuó relatando que los chavales cuando salían “de escuela” iban a ver la pelea del herrero con los machos para herrarlos. Algunos se resistían como “mulos”. Ja, ja, ja. Un mulo y además aragonés debe ser terco donde los haya, pensé yo mirando a mi tabernero favorito de Noguera.
Fue en 1972 cuando se reabrió por segunda vez la herrería. “Si lo sabré yo, César, que fue a mi a quien me tocó hacerlo tras la muerte de mi padre”. Dijo Daniel con esa sonrisa medio picara medio socarrona. Sus ojos centellean recordando los detalles. “Monté un taller de soldadura donde hacía de cosas de hierro, fundamentalmente puertas y ventanas. En aquellos entonces la gente cambiaba las de madera de sus casas.” "En ese tiempo hizo las puertas y ventanas de la casa de mi madre", dijo Pilar. Yo no lo sabía y me gustó mucho saber que algo hecho en la herrería protegía la casa de mi familia y demás, hecha por Daniel, persona a la que aprecio.
“Pero el negocio no daba para mucho y en 1982 cerré la soldadura y empecé a trabajar de Alguacil y hasta hoy, 25 años después”. Caramba, pensé para mí, pues si todos los alcaldes han sido como César, te tienes bien merecida la medalla de oro al mérito del trabajo.
Un proyecto de futuro
Nuestras lenguas perdían su recato a medida que caían las copitas de orujo de hierbas. Entonces Daniel, me preguntó. “¿Y tu para que quieres escribir una historia de la herrería?”. Yo les dije de mi afecto por el edificio y pregunté si podrían conseguirme una foto buena del mismo. Cesar con su curiosidad incontinente no tardó en preguntarme. “¿Para que la quieres?. “Para ponerla como recuerdo para nuestros mayores en recepción o en una sala de la residencia cuando esté construida y sería una buena idea que esa sala se llamase La Herrería” respondí yo. “Coño, dijo César, pues esa es una buena idea, pero no solo una sala, toda la Vivienda Tutelada se podría llamar “La Herrería”. Yo feliz por lo que decía añadí en una de mis “salidas” chulas madrileñas: “¡No tendrás narices de hacerlo!”. Tras unas pocas frases me di cuenta que sí, César tiene arrojo para eso y para mucho más y esa nobleza baturra de los hombres de esta tierra que te miran a la cara y te dicen lo que piensan y luego lo hacen.
Testimonio gráfico
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Noguera antes del derribo de la antigua herrería |
Noguera tras el derribo de la herrería |
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De izquierda a derecha: Evaristo, Cándido (primer herrero), Ricardo Sánchez y Daniel (padre del alguacil) con la herrería y el peirón de la Virgen del Pilar hoy desapaceridos |
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Diseño de de la futura residencia o casa tutelada de mayores |
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